En su fase primitiva, el hombre no transformó significativamente su entorno, sino que se limitó a tomar lo que le ofrecía. Así, las primeras “casas” fueron creaciones de la naturaleza: bosques y cuevas. Pero este entorno brindaba una protección muy precaria, por lo que este antepasado lejano se vio obligado a construirse estructuras que le brindarían la mínima seguridad para su supervivencia.
El punto de partida puede haber sido meramente práctico. Las personas necesitan la protección de un hogar, así como su belleza y comodidad, por lo que a lo largo de los siglos, el edificio se convirtió no solo en una tarea crucial sino también en un medio de expresión artística, que, utilizando técnicas cada vez más innovadoras y eficientes, surgió en prácticamente todas las culturas del planeta.